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AMARILIS
HUANUCO PERU
Poetisa
Amarilis
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Es
una de las poetisas de mayor valía de la época de la colonia. Muchos
investigadores y escritores han formulado una serie de hipótesis sobre la
famosa autora de la “Epístola de Amarilis a Belardo” tratando de descubrir
su identidad. Veamos: Asenjo Barbieri, dice que la autora de la Epístola
no fue otra que doña |
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Martha de Nevares, amante de Lope de Vega;
Marcelino Menéndez y Pelayo, dice que ella fue
oriunda de Huánuco, hija de conquistadores y su nombre pudo ser María de
Alvarado; Luis Alberto Sánchez, apoya la tesis de Menéndez y Pelayo y le da el
nombre de
María Tello de Lara y de Arévalo y Espinoza;
Tamayo Vargas, cree que la autora de la Epístola sea la misma que escribió el
“Discurso en loor de la Poesía”; José de la Riva Agüero le da diversos nombres, entre ellos
María
de la Serna, Maria Tello o Maria Arias Dávila: Manuel
Antonio Valdizán y Manuel de |
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Mendiburu dicen que la autora pudo ser María de Figueroa: José
Varallanos, el historiador huanuqueño, le da el nombre de María Fernández de
Córdova y Falcón; Irving de Leónard, dice que pudo llamarse
Maria del
Castillo o Ana Morillo; Esteban Pavletich, afirma que el autor de la Epístola
fue Fray Diego de Ojeda; Luis Jaime Cisneros dice que el autor pudo ser
Francisco Fernández de Córdova; Ricardo Palma, cuya tesis comparten Javier
Prado y Ventura García Calderón plantea que la autora de la epístola no fue
mujer, sino varón. Frente a esta diversidad de tesis, aparecen con mayor
credibilidad la tesis de Aurelio Miro Quesada Sosa, apoyada por Francisco Rubén
Berroa y sustentada por el estudioso Lohmann Villena, quienes sostienen que la
autora de la Epístola fue
doña María de Rojas
y Garay. La otra tesis es de Carlos Milla Bartres, quien lo llama
Gerónima de
Garay y Muchuy.
María de Rojas y
Garay, según Lohmann, dice que nació en Huánuco. Su padre fue don Diego de
Rojas y su madre doña Beatriz de Garay y Salcedo. Tuvo una hermana llamada
Luisa. Aún pequeñas fueron llevadas por sus padres a Lima. A muy temprana edad
al quedar huérfanas de madre, su padre los internó en el Monasterio de la Encarnación. Al morir su padre fue el Presbítero Gregorio de Rojas quien se
hizo cargo de sus sobrinas y encargó su cuidado a doña Miliana de Larrínaga
Salazar. Volvió a Huánuco, se impresionó de su ciudad, luego contrajo
matrimonio con don Gómez Ramírez de Quiñones natural del Cuzco. Se dice que
alternó con intelectuales de su época, tanto en Huánuco como en el Cuzco.
Por su parte Carlos Milla Bartres, basado en el hallazgo del Archivo Arzobispal
de Lima del año 1620, que contiene una autobiografía, paralela al reclamo que
realiza; por las coincidencias con el argumento de la “Epístola de Amarilis a
Belardo”. sostiene que Amarilis es doña Gerónima Garay y Muchuy Vda. de don
Diego de Acuño, hija del fundador de Huánuco. don Antonio de Garay
conquistador de estos reinos y nieta
de Francisco de Garay, Adelantado de la Española, pariente de Cristóbal Colón
y Gobernador de Jamaica. Su madre fue la cacica india de la tribu de los Margos
doña Luisa Muchuy, ella y su hermano, el
Presbítero don Diego de Garay construyeron la Ermita de Nuestra Señora de
Guadalupe cuya imágen se conserva hasta ahora en el convento de la lmaculada
Concepción. El 18 de septiembre de 1617 el arzobispo limeño Bartolomé Lobo
Guerrero dio la licencia para la construcción y al año siguiente dotó y
puso capellanía perpetua a favor de doña Gerónima y como retribución ella
dotó a la iglesia todas sus haciendas y bienes.
Estando al frente de
la Ermita doña Gerónima llegó a Huánuco el Visitador Dr. Fernando de Avendaño
quien ordenó que dejara de regentar causándole agravios y vejaciones. En su
extensa queja ella dice: (...) “Soy
mujer viuda, honrada, honesta y recogida y que he vivido cuarenta años en clausura” Los argumentos que en ella plantea asocian el nombre de doña Gerónima
con la de Amarilis. Antes de morir, el 19 de junio de 1623 hizo su testamento en
la que sugirió la fundación de una capellanía para cuyo fin dejó todos sus
bienes, nombrando como capellán perpetuo a su hermano Diego de Garay y a la
muerte de éste, a su sobrino Amador de Garay. Nombró como sus albaceas a don
Diego de Garay , a doña García de Medrano y a don Juan Tello de Sotomayor.
Luego de su muerte,
en este lugar se levantó el Convento de la Inmaculada Concepción en el mismo
lugar de la Ermita el mismo que fue saneado, como dice Juan Ponce Vidal. «con
la venta del censo de la Hacienda de Huancahuasi que pertenecía a Doña Gerónima
Garay y Muchuy por 2000 pesos y 100 de renta».
Doña Gerónirna o
“Amarilis” se hizo famosa después que su Epístola fuera publicada en la
obra “Filomena” de Lope de Vega en 1621. Murió en septiembre del año de
1623. Sus restos fueron inhumados en la Ermita que fundara.
Acualmente un distrito en Huánuco lleva su nombre: el distrito de Amarilis.
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Fragmento de la
Epístola a Belardo
En su Epistola a Belardo, Amarilis escribe:
Tanto como la
vista, la noticia
de grandes cosas suele las más veces
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia,
ni los ojos a veces son jueces
del valor de la cosa para amarla:
mas suele en los oídos retratarla
con tal virtud y adorno,
haciendo en los sentidos un soborno
(aunque distinto tengan el sujeto,
que en todo y en sus partes es perfecto),
que los inflama a todos
y busca luego aficiosos modos,
con el que pueda entenderse
el corazón, que piensa entretenerse,
con dulce imaginar para alentarse
sin mirar que no puede
amor sin esperanza sustentarse.
El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera
saber su en algún pecho se ha hallado,
que las más veces la desconfianza
amortigua la llama que pudiera
obligar con amar lo deseado;
mas nunca tuve por dichoso estado
amar bienes posibles,
sino aquellos que son más imposibles.
A éstos ha de amar un alma osada;
pues para más alteza fue criada
que la que el mundo enseña;
y así quiero hacer una reseña
de amor dificultoso,
que sin pensar desvela mi reposo,
amando a quien no veo y me lastima:
ved qué extraños contrarios,
venidos de otro mundo y de otro clima.
Al fin de éste, donde el Sur me esconde
oí, Belardo, tus conceptos bellos,
tu dulzura y estilo milagroso;
vi con cuánto favor te corresponde
el que vio de su Dafne los cabellos
trocados de su daño en lauro umbroso
y admirando tu ingenio portentoso,
no puedo reportarme
del descubrirme a ti, y a mí dañarme.
Mas ¿qué daño podría nadie hacerme
que tu valer no pueda defenderme?
Y tendré gran disculpa,
si el amarte sin verte, fuera culpa,
que el mismo que lo hace,
probó primero el lazo en que me enlace,
durando para siempre las memorias
de los sucesos tristes,
que en su vergüenza cuentan las historias.
Esto mi voluntad te da y ofrece
y ojalá yo pudiera con mis obras
hacerte prendas de mayor estima:
mas dionde tanto se merece,
de nadie no recibes, sino cobras
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lo que te debe el
mundo en prosa y rima.
He querido, pues viéndote en la cima
del alcázar de Apolo,
como su propio dueño, único y solo,
pedirte un don, que te agradezca el cielo,
para bien de tu alma y mi consuelo.
No te alborotes, tente,
que te aseguro bien que te contente,
cuando vieres mi intento,
y sé que lo harás con gran contento,
que al liberal no importa para asirle,
significar pobrezas,
pues con que más se agrada es con pedirle.
Yo y mi hermana, una santa celebramos,
cuya vida de nadie ha sido escrita,
como empresa que muchos han tenido:
el verla de tu mano deseamos;
tu dulce Musa alienta y resucita,
y ponla con estilo tan subido
que sea dondequiera conocido
y agradecido sea
de nuestra santa virgen Dorotea.
¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
con que de lauro coronar tus sienes,
podrás, si no emperezas,
contando de esta virgen las grandezas,
que reconoce el cielo,
y respeta y adora todo el suelo:
de esta divina y admirable Santa
su santidad refiere,
y dulcemente su martirio canta!
Ya veo que tendrás por cosa nueva
no que te ofrezca censo un mundo nuevo,
que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;
mas que mi Musa rústica se atreva
a emprender el asunto a que me atrevo,
hazaña que cien Tassos no emprendiera,
ellos, al fin, son hombre y temieran;
mas la mujer, que es fuerte,
no teme alguna vez la misma muerte.
Pero si he parecídote atrevida,
a lo menos parézcate rendida,
con fines desiguales
Amor los hace con su fuerza iguales:
y quédote debiendo
no que me sufras, mas que estés oyendo
con singular paciencia mis simplezas,
ocupado continuo
en tantas excelencias y grandezas.
Versos cansados, ¿qué furor os
lleva a ser sujetos de simpleza indiana
y a poneros en brazos de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,
os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;
el ingenio gallardo,
en cuya mesa habéis de ser honrados,
hará vuiestros intentos deisculpados:
navegad, buen viaje, haced la vela
guiad un alma, que sin alas vuela. |
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